Cómo fueron los shows de Morrissey en Chile

El ex The Smiths se presentó en el país vecino antes de sus cuatro fechas en Argentina; anti-spoilers, abstenerse

El ex The Smiths se presentó en el país vecino antes de sus cuatro fechas en Argentina; anti-spoilers, abstenerseMorrissey, durante su show en Chile

Con los ojos hacia el cielo, la frente bien en alto y la postura altiva de los que están más allá de todo y de todos, Morrissey posa para ser inmortalizado en la estampita inexistente de los ídolos que paradójicamente nunca podrán ser canonizados. Tiene una camisa amarrilla. Se pregunta, como suele hacerlo, con un montón de otras palabras, "How Soon Is Now?". Y retrotrae a los miles de devotos -porque es Morrissey y, se sabe, a Morrissey se lo venera, se lo ama con desquicio o se lo ignora, acá, en Chile, en la Tierra- hacia el punto en el que la historia de la música británica aún no había alcanzado su irrevocable momento de inflexión. A esta altura, 25 años de negación después, nadie cree posible volver a los Smiths. Y ahora no importa. Antes de retirarse por primera vez del escenario del Movistar Arena de Santiago de Chile, la imagen que queda (la visual y la auditiva, densa atmósfera del temazo de Meat is Murder, mérito de la sección rítmica, a cargo de Matt y Solomon Walker) es muy parecida, sino idéntica, a la que dejó luego de su inesperada presentación -por las características definitorias del evento en el que compartió grilla con Ráfaga, Diego Torres, Luis Miguel y Rosana, por nombrar los más extremos- en el Festival de Viña del Mar, dos días antes, y a poco más de una semana de su regreso a Buenos Aires. Es la que quedará luego de sus cuatro shows en la Argentina.

A pesar de la lógica diferencia entre una y otra fecha en el país vecino (igual, en Viña él mismo pidió mantenerse fuera de los mecanismos del festival, sin interrupciones ni premios), los cambios en la lista de temas fueron mínimos: sacó dos y agregó "Alma Matters", "Please, Please, Please Let Me Get What I Want", "One Day Goodbye Will Be Farewell", el bis "Still Ill" y presentó en vivo otro de los inéditos difundidos durante el año pasado, "Action is My Middle Name", con la certeza de que, casi una decena de discos después, la efectividad lírica del tipo persiste y cómo. Apelando a las conjugaciones simples, la profundidad reflexiva, la cavilación exagerada sobre problemáticas existencialistas, los escupitajos certeros contra los mecanismos de una sociedad con la que nunca se terminó de comprender siguen presentes. "Everybody has a date with an undertaker"; "It´s a shame; It´s a shame but people are the same everywhere": los temas nuevos están al nivel, ése en el que el descubrimiento de líneas que funcionan como aforismos es infinito; la excavación poética, especialmente para los que no somos angloparlantes, no se acaba nunca. Esto, sumado al magnetismo inevitable y contradictorio de su rebuscada personalidad (la sensibilidad extrema, la vulnerabilidad oculta tras la apariencia impoluta de ese personaje arrogante y provocador; su fundamentalismo vegetariano, el jueguito eterno con su ambigüedad sexual: ya lo conocemos), denotado en cada movimiento de su interpretación híper histriónica. Ocho años después de su última llegada al continente, Morrissey sigue siendo Morrissey. Y te dan ganas de subir a abrazarlo, mínimo, cuando implementa sus artilugios vocales y actorales: desde el eh-hey de "You´re the One For Me, Fatty" al quiebre literal de su cuerpo en el suelo mientras las imágenes de mataderos y animales masacrados ilustran la densidad de "Meat Is Murder", pasando por el falsete de "Let Me Kiss You", ese que lo deja sin camisa y, bueno, genera las sensaciones que tiene que generar, incluso algunas más.

En Santiago, la banda usó remeras que deberían usar en Argentina, con la inscripción "We hate William and Kate"; su funcionamiento virtuoso realza los momentos en los que logran actualizar el sonido clásico smithiano (hubo "There Is A Light That Never Goes Out y "I Know It´s Over", también) soleado y oscuro a un tiempo, con trances progresivos y pasajes definidos por la acústica de Boz Boorer, teclados y sintes espaciales a cargo del descendiente de colombianos Gustavo Manzur (Jesse Tobias, ex Chili Pepper fugaz, en la segunda viola). El cinismo en cada palabra pronunciada; la intensidad interpretativa del reclamo "Please, Please, Please Let Me Get What I Want" (y si no se te pianta un lagrimón, no sos humano) o "Everyday Is Like Sunday"; el coreo colectivo apasionado de quienes vivieron la bifurcación del camino y quienes llegaron después o mucho después; eso y más pero punto final. Lo que sí, seguro: también en Argentina, el placer va a ser nuestro.

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