Andrés Giménez: el nuevo camino del animal

Cantó en la banda heavy con mayor éxito internacional del país. Se deprimió cuando tuvo que desarmarla y, rescatado por León Gieco, hoy dice que el metal argento tiene que abrir la mente y generar su propio Ozzfest.


Hay pocas cosas que conspiren más contra una entrevista que el incesante galope de maza y martillo de un grupo de albañiles. Para llegar al departamento de Andrés Giménez, discretamente perdido entre el empedrado de Caballito, hay que subir una escalera que conecta con el primer piso. Dos metros debajo del luminoso ventanal que enfoca su cocina, el vecino programó julio como mes de reformas y los ruidos no van a parar aunque el invierno baje la persiana a las seis de la tarde. A Andrés pareciera no molestarle. Hace diez años que el cantante y guitarrista de DMente, hoy con 43, se fue de la casa de sus viejos en Ituzaingó. El mismo lugar donde durante una década ensayó A.N.I.M.A.L., la banda heavy argentina de mayor proyección internacional de toda la historia.

Vecinos de un barrio obrero del oeste del Gran Buenos Aires, los padres de Andrés no entendieron muy bien cuando su hijo de 16 años les dijo un día: "No quiero ir más a la escuela; quiero ser músico y rockero". La secuencia posterior fue la esperada: intenso conflicto familiar y un joven iracundo que deja el colegio en segundo año y se va a vivir a lo de un amigo en pleno ataque de rabia adolescente. Al otro día, su mamá lo fue a buscar y regresó. Aunque ya estaba convencido sobre la decisión que había tomado. "Yo quería ser rockero y heavy metal, y no quería otra cosa, por eso mis viejos después me entendieron. Y no sabés las cosas que vio mi mamá en esa casa. se levantaba y por ahí estaba el gordo de Ratos de Porão, los Cavalera, León Gieco, Mollo, que comía pan con chicharrón que hacía mi papá; pasaba de todo en esa casa. Y yo me iba de gira con A.N.I.M.A.L. a Estados Unidos o Europa y, cuando volvía, me quedaba con ellos. Hasta que pude juntar un poco de guita y mudarme solo, pero sigo ayudando a mi vieja como siempre", explica.

A.N.I.M.A.L. va a aparecer varias veces en la charla y siempre sus palabras van a ser de agradecimiento, Pero, al mismo tiempo, dejan entrever un recuerdo con emociones mezcladas. "Cuando se terminó fue un garrón para mí. Yo armé A.N.I.M.A.L., lo fui a buscar a [Marcelo] Corvata, fui a buscar a Aníbal, a Martín... era una familia de verdad, junto con el Niño [Andrés Vilanova] y Alejandro Taranto, nuestro manager. Y cuando se fue Marcelo para mí fue un flash. Después empeoró, porque se dijeron muchas pavadas y hoy, que hace cuatro años que con Corvata volvimos a hablar, no hay ningún problema. Como proyecto, A.N.I.M.A.L. duró quince años; por eso me parecía un pecado terminar con algo que costó tanto. Yo no podía ver que se terminara. Para mí era una enfermedad, una locura, no me llegaba agua al tanque. Hasta que un día me levanté y les dije a Martín Carrizo y a Titi La Polla [la última formación] que sentía que no se valoraba lo que era A.N.I.M.A.L. Y lloré grosso acá en mi casa. No servía que siguiera así una banda que entregó todo y en la que cada uno de los que pasó dio todo; no tengo rencor con nadie y tengo la mejor con todos. Los que no tienen onda conmigo es porque no deben valorar lo que A.N.I.M.A.L. les dio."

 

*nota completa en ROLLINGSTONE.COM

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